Cuando levantéis en alto al
Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino
que hablo como el Padre me ha enseñado.
¡Qúe poco se imaginaban
los contemporáneos de Jesús al escuchar estas palabras su verdadero sentido.
Porque para los hombres, ser levantado en lo alto es sinónimo de quedar por
encima de los demás de ser encumbrado. Posiblemente pensaban en un poder
autocrático, o el triunfo que llega por la imposición, o el reconocimiento por
sus propios triunfos, venciendo, humillando, aplastando al adversario.
Seguramente, cuando los apóstoles vivieron la apoteósica entrada triunfal en
Jerusalén, aclamado por las multitudes, creyeron que ese momento se acercaba; y
sin saberlo, no les faltaba razón. Pero no porque se acercara el momento del
encumbramiento, de la popularidad, del poder, del éxito, pues lo que se
acercaba era la Cruz.
"En la Cruz el Señor derrota, humilla y aplasta a los verdaderos adversarios del hombre: la muerte y el pecado."
Aparentemente allí
acababa todo, sin embargo en la Cruz culmina el proyecto salvador por el cual y
para el cual tomo carne el Hijo de Dios. Allí parecía que llegaba el fracaso de
Dios, sin embargo en la Cruz se realiza la Salvación, el gran plan de Dios para
con la humanidad. Allí parecía que el hombre era vencido, humillado, aplastado,
pero en la Cruz el Señor derrota, humilla y aplasta a los verdaderos
adversarios del hombre: la muerte y el pecado.
Esta Cuaresma hemos
tenido que hacer muchas renuncias; privadas, unas, compartidas, otras. Muchos
echaremos de menos algunos momentos que en estos días finales nos ayudaban a
entrever la inminencia de la única semana que puede llamarse Santa. Y ente
ellos hay uno que, al menos este que os habla, echaremos especialmente en
falta, el traslado del Cristo al paso. Este año tendremos que vivirlo de otra
manera, podremos volver a repetir ese momento, pero dentro de nosotros mismos,
haciendo que ocupe el lugar más alto de nuestras vidas, encumbrándolo en lo
recóndito de nuestro corazón, dejando que reine sobre nosotros. Por eso os
propongo que lo evoquemos para hacer de ella una experiencia de Fe.
Mañana sería el día en
que veríamos de manera gráfica en nuestra parroquia la exaltación de Cristo en
lo alto, cuando en el traslado de la imagen del Santísimo Cristo de la Veracruz
al paso, al llegar a la altura de la puerta, donde todos pueden verlo, los que
están dentro de la Iglesia, los que rondan su puerta y los que permanecen
fuera, cuando Él es el centro de todas las miradas, cuando deja de estar a la
altura de los hombres para ser levantado en alto. Y cuando está allá arriba,
cuando todas las miradas convergen en su Bendita Imagen, en ese preciso momento
todos a una voz profesamos el Credo de nuestra FE, haciendo nuestras las
palabras de aquel centurión, que viendo al hombre muriendo en la Cruz exclamó: Verdaderamente,
este hombre es el Hijo de Dios.
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