En el Evangelio de hoy se nos narra la experiencia de encuentro con Jesús Resucitado de dos discípulos; estos han sabido por el testimonio de otros cristianos que Jesús ha resucitado, lo sabían porque lo había anunciado la Escritura, lo sabían porque el mismo Jesús se lo dijo, y aún así, no terminaban de asumirlo, no llegaban a abarcar la verdadera naturaleza de la experiencia trascendental que estaban viviendo, quizás por valorar sólo la humanidad de Jesús, o por una excesiva racionalización, lo cierto es que ni siquiera cuando Jesús mismo les sale a su encuentro son capaces de reconocerlo. Necesitan una experiencia radical para descubrir la verdadera esencia de Cristo, su naturaleza divina entregada por nosotros, descubrir en Jesús al Cordero Inmolado. Y esa experiencia llega en la fracción del Pan.
Hoy nosotros compartimos este mismo camino de aquellos discípulos. En nuestro particular Camino de Emaús, el Señor nos sale al encuentro para explicarnos las Escrituras y partir con nosotros el pan. Hoy vivimos, un domingo más, nuestro encuentro con Jesús Resucitado, pero la mayoría de los Cristianos os veis obligados a vivirlo en la distancia, debido a esta crisis sanitaria que nos obliga a estas normas extraordinarias; os veis privados de poder reuniros con los demás cristianos en la Misa, de celebrar la Eucaristía en la parroquia, casa de todos, de acercaros a recibir la Sagrada Comunión que, algunos, iban a recibirla por primera vez y han visto alejarse el ansiado día del encuentro con Jesús Sacramentado.
Esta Pandemia nos ha quitado muchas cosas significativas, pero también nos ha ayudado a poner en valor lo verdaderamente importante. Esta experiencia de renuncia a los sacramentos nos hace ver, casi descubrir, la importancia de la Eucaristía en mi vida. Nos hace poner en valor el privilegio de Comulgar. Ahora nos damos cuenta que, quizá por lo fácil que lo teníamos, no dábamos a la Misa el valor que la Misa tiene; cuantas veces nos hemos amparado en mil excusas para no celebrar el precepto dominical, y ahora daríamos lo que no tenemos por poder estar en misa y poder comulgar. Como los discípulos de Emaús nos hemos dado cuenta del valor trascendental de la Comunión, de cómo nos falta y necesitamos lo que antes, quizás trivializábamos; hemos experimentado esta ausencia y por eso sabemos ahora lo que nos aportaba, que los cristianos vivimos de la Eucaristía, que necesitamos la Fracción del Pan para podes seguir reconociendo a Cristo que camina a nuestro lado.
Quiera Dios que pronto podamos volver a reunirnos todos para Celebrar nuestra Salvación por la Entrega de Cristo, que podamos recibir al Señor, vivo y presente en el Santísimo Sacramento del Altar, el Pan del que nos alimentamos para la vida, la presente y la eterna, sustento de la existencia cristiana.