Hoy comienza la Celebración de la Pasión de Cristo, y en nuestra tierra, una forma inusitada de celebrarlo. Nosotros estamos acostumbrados, forma parte de nuestra idiosincrasia religiosa la manifestación pública de la Fe mediante las procesiones, la plasmación gráfica de os Misterios de la pasión de Cristo, catequesis y anuncio explícitos de la Pasión y Muerte de Jesús.
Y, sin duda, muchos se alegrarán de esta peculiar Semana Santa que hoy tenemos por delante. Todos aquellos que cacarean contra Dios y su Iglesia, esos gallos que se amparan en las tinieblas del anonimato o se refugian en medio de una masa informe. Los nuevos sanedritas que quieren reducir la Semana Santa a una manifestación artística o cultural
Muchos creerán que, encerradas las Cofradías, quedará encerrada la Iglesia. Y no saben que nos hará más fuerte. Porque esta dolorosa experiencia que estamos viviendo nos ayudará a pegarnos a los misterios de la Pasión de un modo más profundo e intenso. Porque no la viviremos con nuestras manifestaciones externas, pero eso nos ayudará a intensificar la Semana Santa espiritual, la del culto y la Oración. Porque podremos haber perdido, por este año, salir a la Calle a hacer Estación de Penitencia, a contemplar los Misterios de la Pasión, y los Dolores de la Madre de Dios reflejados en nuestros pasos.
Pero nadie nos va a impedir rezar con toda la hondura del corazón, con toda la fuerza de la Fe; porque este año estamos más cerca de la Cruz, compartimos y comprendemos las lágrimas de nuestra Madre, y proclamaremos que, en medio del sufrimiento, la Virgen se hace Dolorosa para asumir el dolor de todos los que sufren; reconoceremos nuestra falta de constancia, nuestras traiciones, nuestras negaciones, nuestro abandono; seremos conscientes de las veces que nos quedamos dormidos cuando Dios nos pedía estar con Él; las veces que nos pidió cargar con la cruz y miramos para otro lado, y volveremos a descubrir que ante la mirada de Cristo brotan nuestras lágrimas de arrepentimiento. Y sellaremos con Dios un nuevo pacto de fidelidad, y como el Cirineo, cargaremos con el peso de la Cruz del Señor, que son las cruces de mis hermanos, como Juan nos situaremos junto a María al pie de la Cruz, trasformando el dolor en sacrificio que salva, como José de Arimatea volveremos a acoger su Cuerpo entregado, como María Magdalena, proclamaremos al mundo su Resurrección. Y, como Pedro, volveremos a reiterarle nuestro amor tantas veces como lo negamos, y le prometeremos que no volveremos a sufrir el letargo, y que jamás volveremos a negarlo, aunque nos acosen los sanedritas y vuelvan a cantar los gallos.
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