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26 de abril de 2020

Homilía del domingo 26 de abril #YoRezoEnCasa


En el Evangelio de hoy se nos narra la experiencia de encuentro con Jesús Resucitado de dos discípulos; estos han sabido por el testimonio de otros cristianos que Jesús ha resucitado, lo sabían porque lo había anunciado la Escritura, lo sabían porque el mismo Jesús se lo dijo, y aún así, no terminaban de asumirlo, no llegaban a abarcar la verdadera naturaleza de la experiencia trascendental que estaban viviendo, quizás por valorar sólo la humanidad de Jesús, o por una excesiva racionalización, lo cierto es que ni siquiera cuando Jesús mismo les sale a su encuentro son capaces de reconocerlo. Necesitan una experiencia radical para descubrir la verdadera esencia de Cristo, su naturaleza divina entregada por nosotros, descubrir en Jesús al Cordero Inmolado. Y esa experiencia llega en la fracción del Pan.
Hoy nosotros compartimos este mismo camino de aquellos discípulos. En nuestro particular Camino de Emaús, el Señor nos sale al encuentro para explicarnos las Escrituras y partir con nosotros el pan. Hoy vivimos, un domingo más, nuestro encuentro con Jesús Resucitado, pero la mayoría de los Cristianos os veis obligados a vivirlo en la distancia, debido a esta crisis sanitaria que nos obliga a estas normas extraordinarias; os veis privados de poder reuniros con los demás cristianos en la Misa, de celebrar la Eucaristía en la parroquia, casa de todos, de acercaros a recibir la Sagrada Comunión que, algunos, iban a recibirla por primera vez y han visto alejarse el ansiado día del encuentro con Jesús Sacramentado.
Esta Pandemia nos ha quitado muchas cosas significativas, pero también nos ha ayudado a poner en valor lo verdaderamente importante. Esta experiencia de renuncia a los sacramentos nos hace ver, casi descubrir, la importancia de la Eucaristía en mi vida. Nos hace poner en valor el privilegio de Comulgar. Ahora nos damos cuenta que, quizá por lo fácil que lo teníamos, no dábamos a la Misa el valor que la Misa tiene; cuantas veces nos hemos amparado en mil excusas para no celebrar el precepto dominical, y ahora daríamos lo que no tenemos por poder estar en misa y poder comulgar. Como los discípulos de Emaús nos hemos dado cuenta del valor trascendental de la Comunión, de cómo nos falta y necesitamos lo que antes, quizás trivializábamos; hemos experimentado esta ausencia y por eso sabemos ahora lo que nos aportaba, que los cristianos vivimos de la Eucaristía, que necesitamos la Fracción del Pan para podes seguir reconociendo a Cristo que camina a nuestro lado.
Quiera Dios que pronto podamos volver a reunirnos todos para Celebrar nuestra Salvación por la Entrega de Cristo, que podamos recibir al Señor, vivo y presente en el Santísimo Sacramento del Altar, el Pan del que nos alimentamos para la vida, la presente y la eterna, sustento de la existencia cristiana.

19 de abril de 2020

Reflexión de Domingo 19 de abril Domingo de la Divina Misericordia


Hoy, segundo domingo de Pascua, es el domingo de la Divina Misericordia.
Hoy es el día en el que reconocemos todo lo que Dios hizo y hace por nosotros, el día en que celebramos el inmenso amor que Dios nos tiene y como ese Amor se plasma en hechos concretos a los que sabemos darle nombre. Hoy es el día en el que, mirando con ojos de fe la realidad que nos circunda vemos la mano de Dios providente que nunca se olvida de su Pueblo.
Incluso en momentos de dificultad, como nos dice S Pedro en su primera carta, os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego. Porque en los momentos duros es cuando descubrir el Amor de Dios es más necesario y requiere de más fe. Qué fácil creer en tiempos de bonanza y qué fuerte se hace la Fe cuando arrecia la tempestad. Es la Fe que recibimos de nuestros mayores la que alienta y sostiene nuestra vida, es la Fe transmitida por los que nos precedieron la que nos hace vivir este domingo desde la Esperanza y la Alegría de la Pascua.
¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto, le dice el Señor a Tomás en el Evangelio, sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él | y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, nos repetirá Pedro en su carta.
Y nuestra Fe, como la de los Apóstoles, tendrá momentos bajos y nos apoyaremos en Cristo para superarlos, y, como Pedro, quizás lo neguemos en unas ocasiones, y mil veces le declaremos nuestro amor en otras, pero siempre sabremos que esa Fe que nos trasmitieron no nos la guardamos para nosotros, porque nosotros tenemos la Buena Noticia que el mundo necesita, porque como nos la transmitieron así la transmitimos nosotros.
 Ahora nos toca a nosotros ser capaces de anunciar el Evangelio Vivo del Señor, la Buena Nueva que nuestro prójimo necesita en estos días de pesimismo, ser la luz que brilla como un faro sobre la torre de la Iglesia, la luz que en la Parroquia se comparte y se hace fuerte, que disipe las oscuridades de este mundo desesperanzado y, como el evangelista, dar razones de nuestra Fe, Motivos para la Esperanza y cauces del Amor de Dios, y proclamar el Evangelio a los que sufren para que el mundo crea que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tenga vida en su nombre.

16 de abril de 2020

Reflexión del jueves 16 de abril #Pascua #YoRezoEnCasa


¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?
Tras la experiencia de la Pasión los Apóstoles necesitan un signo, una esperanza a la que agarrarse tras el aparente fracaso del Maestro. Pensaban que Jesús era el Mesías que les iba a librar del poder romano para imponer su poder en un resurgimiento del reinado, y lo vieron sucumbir frente a ese poder usurpador; pensaban que vendría a purificar el culto en el Templo, y los profanadores del templo consiguieron matar a Jesús; apenas unos días antes les habría prometido que estaría con ellos hasta el fin, y en unas horas supieron que estaba muerto y enterrado.
Ni siquiera el saber que el sepulcro estaba vacío, ni siquiera la experiencia de las mujeres que habían visto al Resucitado ni la de los discípulos que se lo encontraron en el camino de Emaús eran suficientes. Tenían que tener su propia experiencia de encuentro con el Señor, Vivo y Glorioso, para poder convencerse, para poder creer que Jesús, aquel con el que habían convivido era el Mesías, el Ungido, el Cristo, que los iba a librar de los mayores enemigos de la humanidad, el pecado y la muerte, que trae con Él un Reino que no se impone, sino que seduce y convence; necesitaban un encuentro en primera persona para descubrir que el nuevo Templo era el mismo Jesús, que con Él todo se hace nuevo, que, partir de ahora el Culto iba a ser por Cristo, con Cristo y en Cristo. Necesitaron descubrir al Señor en el primer día de la semana para comprender que esa promesa de permanencia no era una promesa vacía, no solo una sensación de estar cerca de Él, sino que en la fracción del pan iba a hacerse real, verdaderamente presente en cada comunidad cristiana para siempre.
Hoy nosotros necesitamos esa experiencia de encuentro personal con Jesús, el Verbo Encarnado en el vientre de una mujer, el que se entregó por nosotros en la Cruz para saldar la deuda del hombre, el Resucitado que rompe las cadenas, el Pan Vivo bajado del Cielo. Necesitamos experiencias fuertes de Dios para poder ser apóstoles en nuestro mundo, para que la Luz de Pascua alumbre cada rincón de nuestra sociedad abatida, para ser y anunciar la Buena noticia que el mundo anhela.

13 de abril de 2020

Reflexión de Lunes 13 de abril. Lunes de Pascua




Feliz Pascua a todos, queridos feligreses.

Cuando Jesús Resucitado sale al encuentro de las mujeres en el domingo de Pascua les dice: Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea. Allí me verán.

Hoy la Palabra se dirige a nosotros y nos repite: decidle al mundo entero, mis cristianos de Valencina de la Concepción, anunciadles que Cristo ha Resucitado y si quieren encontrarse con Él, si quieren verlo, decidles que vayan a su particular Galilea, que lo busquen en lo cotidiano de la vida, que lo descubran vivo y presente a su alrededor.

Y lo verán en el esfuerzo denodado de los sanitarios que arriesgan su seguridad por salvar la vida de alguien a quien quizás nunca conocieron, lo verán en todos los que han seguido exponiéndose a los contagios para poder realizar los servicios indispensables para nuestra subsistencia, lo verán en las fuerzas de seguridad que, por encima de su obligación, hacen todo lo posible por hacernos estos días más fáciles, lo veréis en el ejemplo de los niños encerrados, en la soledad del anciano que teme más contagiar a sus familiares que en su propia salud, lo descubriréis en los rostros de aquellos que aportan lo que saben y lo que tienen para la felicidad de los demás, en las religiosas que han cambiado la fabricación de dulces por el taller de mascarillas, en los estudiantes que se han convertido en fabricantes de pantallas, en la generosidad del casero que perdona el alquiler al inquilino en paro, en los voluntarios que siguen manteniendo estructuras como nuestra cáritas indispensables para poder seguir luchando por la dignidad de muchos últimos, en las palabras de ánimo y las oraciones vertidas en redes sociales, en el que pone lo que sabe al servicio del prójimo, en el confinamiento de una sociedad que ha optado por el encierro pensando en el bien común.

Buscadlo y lo encontrareis en el sacerdote que renuncia a un respirador para que pueda salvarse un padre de familia, en el matrimonio anciano que piden poder morir cogidos de la mano, en las lágrimas de dolor de una enfermera, en el llanto desconsolado de un médico, en el militar insultado y contagiado por defender a la sociedad, ene tantos y tantos ejemplos de entrega total que esta pandemia nos ha dejado.

Buscadlo y descubriréis el rostro del resucitado en el de tantas personas anónimas que en todo momento entregan su vida por el prójimo.

12 de abril de 2020

Homilía de Domingo de Resurrección 2020


Domingo de Resurrección, día grande en todo el Orbe Cristiano, día grande en Valencina.
Hoy es el día en el que la Fe recorre Valencina para decirnos a todos: despertad de la noche que ha llegado la Aurora.
Hoy es el día en el que el Señor ha Resucitado y sale en su presencia Real y Sustancial para bendecir a nuestro pueblo. Hoy sale Jesús Sacramentado a la plaza para decirle a Valencina que la Cruz siempre termina en Resurrección, que su Muerte destruyó la nuestra, que su sacrificio venció al pecado, porque Él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 
Hoy es el día en el que la Estrella recorre las calles de Valencina de la Concepción para anunciar que el que llevó en su vientre ha resucitado y todos los cristianos de Valencina la acompañamos, porque junto a María es palpable la alegría de la Pascua.
Y habrá quien diga que el cura se ha vuelto loco, que este año no ha salido la Custodia ni ha salido la Estrella, que este año la Fe no pasea por Valencina.
¿Que este año no recorre la Fe nuestro Pueblo? ¿que el Resucitado no nos bendice? ¿quién ha dicho que la Estrella no sale a nuestras calles? ¡si no sabe hacer otra cosa que estar siempre velando y protegiendo al pueblo del que es su patrona!
Y este año también, aunque no lo veamos con los ojos, lo sabemos por la Fe. Hoy nosotros tendremos que llevar como cada año a nuestra Patrona a cada rincón de Valencina. Porque nuestras gentes necesitan esa Estrella que nos ayuda a encontrar al norte, que traiga consuelo y esperanza, gozo y alegría. Abrid de par en par las puertas de vuestro corazón, que va a pasar la Virgen, recibidla en vuestra casa, que ella nos ha ayudado a arreglarla para que sea un sitio digno de Dios, poneos vuestras mejores galas, sacad de lo hondo lo mejor de vosotros mismos, porque es la Pascua del Señor, es domingo de resurrección y la Estrella, rodeada de toda su parroquia, ha salido a traer luz a este mundo y recordarles a todos, a los que la aman y a los que no, a los que le abren la puerta y a los que no, a proclamar al mundo entero que las tinieblas ha desaparecido, que la noche ha pasado, porque ya ha llegado esa Aurora anhelada, que el Sol ha salido y nos trae la Vida con su Resurrección.

10 de abril de 2020

Homilía del Viernes Santo. Valencina de la Concepción #YoRezoEnCasa

Viernes Santo. El día del gran luto. Dios ha muerto.
La soberbia humana, esa que lo hacía creerse inmune a cualquier pandemia, esa que la hacía distinguir entre enfermedades de ricos y de pobres, esa que creía que el ser humano no necesitaba de ninguna trascendencia porque el poder no podía estar en manos de otro Dios que no fuera el mismo hombre. Esa soberbia que le llevó al hombre a construir un mundo de espaldas a Dios, que sigue queriendo expulsarlo de todo ámbito público, que consiente las burlas y mofas hacia lo sagrado que están vetadas hacia cualquier otro colectivo, esa sociedad de lo políticamente correcto y que olvida esa corrección cuando se trata de la Iglesia. Esa soberbia hoy sigue queriendo exterminar a Dios sembrando la sospecha y la duda. Y en medio de tanta muerte y tanto dolor nos miran y, desafiantes nos dicen: donde está tu Dios, por qué no viene a salvarte. Son los herederos del Sanedrín y la Cohorte mercenaria. 
Y nosotros sabremos decirle que no estaba en las alturas, que Dios estaba compartiendo la pasión de los hombres, haciendo suyo el dolor del enfermo, sufriendo la angustia de su familia, penando la desesperación de los sanitarios, agonizando con los moribundos; que está de nuevo entregándose, inmolándose, dando de nuevo su vida para salvar al hombre. Que está otra vez muriendo por la humanidad, por los que intentamos ser sus discípulos, dignos de su Amor y también por los Sanedritas y Mercenarios que siguen queriendo matar a Dios.

9 de abril de 2020

Homilía del Jueves Santo


Comenzamos hoy a celebrar el Triduo Pascual, el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, el eje fundamental de nuestra Fe y que refleja lo que creemos, lo que somos y cómo vivimos. Este año, de forma especial, distinta, extraña. Un Triduo Pascual vivido en el confinamiento de nuestros hogares, lejos físicamente unos de otros, pero unidos firmemente en Jesús.
Porque en este Jueves Santo, día del Amor Fraterno, día de la Institución de la Eucaristía, día de la institución del sacerdocio ministerial, es el Amor de Cristo el que nos une a todos. Es la cercanía de Dios la que nos hace sentirnos cercanos al resto de nuestra Comunidad Parroquial.
El Amor de Dios que se hace palpable en ese hermoso signo del que hoy nos vemos obligados a prescindir, el signo del Lavatorio. Siendo Dios el primero, se reservó para sí la función más ínfima entre los esclavos, el trabajo que realizaban los últimos entre los últimos: Siendo nuestro Rey y Señor, optó por ser nuestro Servidor, siendo el único digno de Honor y Gloria, toma en su rotunda libertad la condición de esclavo.
El Amor de Dios es un Amor Eucarístico, del Pastor que se hace Cordero para ser Sacrificio Redentor y Alimento de Salvación, es un Amor que quiere hacerse realidad sensible y por eso instituyó el Sacramento del Orden, para hacerse Sacramentalmente visible y pastorear a su rebaño a través de los que Él elige para este ministerio, no por nuestros méritos, sino para que, en la debilidad del Hombre se revele el poder y la Fuerza de Dios. Amor que se hace palpable en el amor fraterno que el cristiano ha de llevar como sustancial a su naturaleza, mandato supremo del señor.
Hoy nos faltará el signo del Lavatorio y la adoración ante el Monumento, pero no la realidad superior a la que referencian.
Hoy os veis privados de la Comunión Eucarística, pero la Comunión Espiritual nos ayuda asentirnos plenamente en las manos de Dios.
Hoy sois vosotros, somos todos, el monumento que alberga a Cristo. Hoy lo vemos presente en el amor desprendido de todos los hombres de buena voluntad que ponen su vida y la salud de los suyos luchando por nuestra sociedad, en el esfuerzo de permanecer responsablemente confinados para aportar nuestro grano de arena a la solución de esta emergencia sanitaria, en el denodado esfuerzo de los que buscan la solución definitiva a la Pandemia y a sus consecuencias. Hoy expresamos nuestro Amor uniéndonos en la Oración. Y en tantos gestos solidarios que estamos presenciando.
Pero en un día como hoy no podemos olvidarnos de las grandes víctimas de esta pandemia y de las consecuencias económicas que sin duda vendrán. Ellos son también signo de la presencia de Dios entre nosotros y en ellos también adoramos a Cristo. Y si nos olvidáramos de ellos, si nos desentendiéramos de los más necesitados y los sufrientes nos estaríamos olvidando de Dios e ignorando el gran mandato eucarístico: sed cuerpo entregado, sed sangre redamada, haced esto en conmemoración mía.

8 de abril de 2020

Actos religiosos de la Semana Santa en Valencina 2020


OFICIOS DE JUEVES y VIERNES SANTO: 
Los Oficios tendrán lugar en la Parroquia a  puerta cerrada a las 17:00 horas

VIGILIA PASCUAL SÁBADO SANTO: 
La Vigilia Pascual tendrá lugar en la Parroquia a puerta cerrada a las 21:00 horas

DOMINGO DE PASCUA: 
La Misa tendrá lugar en la Parroquia a  puerta cerrada a las 12:30 horas.

7 de abril de 2020

Reflexión Martes Santo #Semana Santa #YoREzoEnCasa





Hoy el Evangelio nos relata un fragmento de la última Cena, aquel en el que Jesús anuncia la traición de Judas y las negaciones de S. Pedro.

Pero permitidme que centre esta reflexión en la figura de Pedro, el primero de entre los Apóstoles, el llamado a ejercer vicariamente el papel de piedra sobra la que estamos edificados.

Pedro, el que, envalentonado, reprendía a Cristo que les acusara de no ser capaces de seguirlo. El que, rodeado del resto de la Iglesia, al abrigo de los apóstoles, dijo: daré mi vida por ti. Y llegada la hora, como Cristo le vaticina en las lecturas de hoy, Tres veces lo negó sin que siquiera cantase el gallo.
Y, como Pedro, también nosotros, cuando nos sentimos arropados por los demás, o en el contexto de cualquier reunión de iglesia, en funciones principales, rodeados de los nuestros, en manifestaciones multitudinarias, envalentonados, le juramos fidelidad eterna.

Y tantas veces, como Pedro, decimos frases del estilo: doy la vida por mi Cristo, o, con mi Virgen muero.



Y cuando llega la hora de la dificultad, en el día a día, como Pedro, negamos haber estado con Él, negamos, al mundo o a nosotros, que muchas veces he estado junto a Él, en la oración, celebrando la Eucaristía, y junto a Él nos hemos sentido plenos; ¡tantas veces le hemos dado la espalda a su Cuerpo, presente real y substancialmente en la Eucaristía!

Tantas veces hemos negado ser parte de los suyos, parte del grupo de los que le siguen, tantas veces hemos dado la callada por respuesta cuando se ha insultado a la Iglesia, nuestra Madre, de la que María es modelo, o nos hemos sumado a la crítica, o incluso la hemos iniciado nosotros; ¡tantas veces le hemos vuelto la cara al Cuerpo místico de Cristo!

Tantas veces hemos negado lo que somos, nos hemos diluido en medio de la sociedad, hemos dejado de ser fermento, sal, luz. Nos hemos adocenado olvidando que, por encima de todo, somos cristianos, tenemos una propuesta de vida para el mundo, que los últimos son los primeros en el Corazón de Cristo, que no estamos para ser servidos, sino para servir y que el lema que ilumina nuestro caminar es el Amor a Dios por encima de todo y reflejar ese amor amando al prójimo como a mi mismo. ¡tantas veces, como la mano de Pedro, ponemos un muro entre nosotros y Cristo, presente en nuestros hermanos más débiles!

Por eso hoy, esas tres negaciones de las que Cristo habla no son las de Pedro, que son las nuestras.



5 de abril de 2020

Reflexión de Domingo 5 de abril Domingo de Ramos

Hoy comienza la Celebración de la Pasión de Cristo, y en nuestra tierra, una forma inusitada de celebrarlo. Nosotros estamos acostumbrados, forma parte de nuestra idiosincrasia religiosa la manifestación pública de la Fe mediante las procesiones, la plasmación gráfica de os Misterios de la pasión de Cristo, catequesis y anuncio explícitos de la Pasión y Muerte de Jesús.
Y, sin duda, muchos se alegrarán de esta peculiar Semana Santa que hoy tenemos por delante. Todos aquellos que cacarean contra Dios y su Iglesia, esos gallos que se amparan en las tinieblas del anonimato o se refugian en medio de una masa informe. Los nuevos sanedritas que quieren reducir la Semana Santa a una manifestación artística o cultural
Muchos creerán que, encerradas las Cofradías, quedará encerrada la Iglesia. Y no saben que nos hará más fuerte. Porque esta dolorosa experiencia que estamos viviendo nos ayudará a pegarnos a los misterios de la Pasión de un modo más profundo e intenso. Porque no la viviremos con nuestras manifestaciones externas, pero eso nos ayudará a intensificar la Semana Santa espiritual, la del culto y la Oración. Porque podremos haber perdido, por este año, salir a la Calle a hacer Estación de Penitencia, a contemplar los Misterios de la Pasión, y los Dolores de la Madre de Dios reflejados en nuestros pasos.
Pero nadie nos va a impedir rezar con toda la hondura del corazón, con toda la fuerza de la Fe; porque este año estamos más cerca de la Cruz, compartimos y comprendemos las lágrimas de nuestra Madre, y proclamaremos que, en medio del sufrimiento, la Virgen se hace Dolorosa para asumir el dolor de todos los que sufren; reconoceremos nuestra falta de constancia, nuestras traiciones, nuestras negaciones, nuestro abandono; seremos conscientes de las veces que nos quedamos dormidos cuando Dios nos pedía estar con Él; las veces que nos pidió cargar con la cruz y miramos para otro lado, y volveremos a descubrir que ante la mirada de Cristo brotan nuestras lágrimas de arrepentimiento. Y sellaremos con Dios un nuevo pacto de fidelidad, y como el Cirineo, cargaremos con el peso de la Cruz del Señor, que son las cruces de mis hermanos, como Juan nos situaremos junto a María al pie de la Cruz, trasformando el dolor en sacrificio que salva, como José de Arimatea volveremos a acoger su Cuerpo entregado, como María Magdalena, proclamaremos al mundo su Resurrección. Y, como Pedro, volveremos a reiterarle nuestro amor tantas veces como lo negamos, y le prometeremos que no volveremos a sufrir el letargo, y que jamás volveremos a negarlo, aunque nos acosen los sanedritas y vuelvan a cantar los gallos.

3 de abril de 2020

Reflexión del sábado 4 de abril Sábado de Pasión #Cuaresma #YoRezoEnCasa

Y llegó el sábado de Pasión, día grande en nuestra parroquia, el día en el que mostramos al mundo que queremos tomar sobre nosotros la Cruz y seguirlo.
Este año tendremos que luchar con ese sentimiento cruzado de saber que hemos hecho lo que debíamos y, sin embargo, ¡qué dolorosa decisión! Algo que solo podrá entender quien se ha sumergido en el silencio orante de una estación de Penitencia o ha roto en lágrimas de oración ante las benditas Imágenes titulares de nuestra Hermandad; quien ha llevado sobre sus hombros el peso de la cruz o se ha clavado en la cerviz la trabajadera, sintiendo que era la Cruz de Jesús o el dolor de su Madre quien se clavaba sobre su espalda; quien ha visto que el trabajo desinteresado de un año entero cobraba sentido en la mirada de un devoto. Solo quien ha sentido el escalofrío del silencio de una plaza roto por el tañido de las campanas tocando a muerto, quien ha descubierto que una salve en forma de Saeta, una marcha en la estrechez de las calles más antiguas de nuestro pueblo o una nube de incienso, no son más que el marco que Valencina le pone al Palio de María Santísima de los Dolores.
Pero este año, también, será la prueba de nuestra verdad. Será la demostración hacia los descreídos, y también a nosotros mismos, de que, aunque la manifestación pública de nuestra Fe es importantísima en nuestra forma de vivir el cristianismo, somos capaces de hacerla, aunque la cofradía no pueda salir a la calle.
Hoy será la Estación de Penitencia interior. Por eso os invito a que, cuando llegue la hora en la que habríamos empezado a vestirnos, hagamos memoria de cómo lo vivimos otros años mientras reflexionamos sobre cómo Dios nos revistió en nuestro Bautismo haciéndonos sus hijos; cómo nos abraza con su Amor, mientras revivimos los nervios que conllevan esos momentos en los que nos vamos revistiendo del Hábito Nazareno, mientras nos ceñimos la faja o nos ponemos nuestras mejores galas para acompañar a la Hermandad. Y con la mente recorreremos esas calles hoy vedadas por mor del bien público, que nos conducen a la Parroquia; y mientras tendremos que hacer memoria de cuantas veces hemos podido hacer ese recorrido y no lo hemos hecho por mil y una excusas; hoy que no podemos hacerlo, ¡lo echamos tanto de menos!
Y cuando llegue la hora de la salida de la hermandad, pongámonos en oración con la misma actitud de otros años: silencio y escucha. Y vendrán a nuestra mente escenas muchas veces repetidas, casi calcadas un año de otro. Los rostros en penumbra de nuesros mayores, todos conocidos y muchos de nuestra sangre, y su oración se funde con la nuestra en peticiones cruzadas: ellos por nosotros, nosotros por ellos. Y mientras nos acercamos a la puerta sabemos que, sin romper nuestro silencio, durante el recorrido con la mirada buscaremos de reojo a los nuestros, en especial a aquellos a quienes nos separan las circunstancias, y pediremos a Dios por ellos, prometiéndole al Señor que en cuento podamos, romperemos las distancias. Y volveremos a intuir a los jóvenes en la plaza, anhelantes de que llegue el momento, y daremos gracias a Dios por ellos y le pediremos que les conserve esa bendita impaciencia que cambia el mundo; el anciano en la puerta de su casa con los ojos llenos de lágrimas y en el corazón la esperanza de poder verla el año que viene, y pediremos al Señor por su salud, y daremos gracias por el impagable don de su sabia experiencia; en una esquina aquel o aquella que parecen los más alejados y que quizás nos precedan en el reino de los Cielos, que, con la mirada fija en Cristo o en la Virgen quizás le están pidiendo el perdón que la sociedad le niega, y pediremos al Señor que nos ayude a tenderles la mano y a no juzgarlos por lo que no conocemos. Y allá en la puerta de la casa de quien hoy no está, su familia reunida pidiendo, sin duda, que esté cerca de Dios. Aquel pide por un enfermo, y aquella por un hijo descarriado; la oración es silenciosa, pero se les nota en la cara. Y al revolver de la Cruz, otra vez el silencio roto, esta vez por el bullicio de los niños, de aquellos de quien Jesús nos dijo que para entrar en su Reino teníamos que hacernos como ellos. Y volveremos a sentir a aquellos que intentan acercarse con la distancia del que sólo quiere plantarse ante los misterios de nuestra Fe como espectadores, aquellos que intentan reducir lo más sagrado a una mera expresión artística o cultural, los que traen tantas veces ruido y cuchicheos que tapan nuestra plegaria o, al menos distraen nuestra atención y nos sacan de nuestro retiro. Y llegará el momento de recogernos, de recopilar lo vivido y pedir por quienes aún no lo hemos hecho. Y justo en la puerta nos daremos cuenta que hemos tenido tiempo para todos, menos para nosotros mismos, y entonces, en la última mirada a María Santísima de los Dolores descubriremos que no es necesario hacerlo pues Ella lo ha estado haciendo por nosotros toda la noche. 
Y nuestro esfuerzo, nuestro dolor, nuestro sacrificio, el de los años pasados, y también el de este se verán confortados sabiendo que quedarán para siempre incrustados al Santo Leño, a ese trozo de la Verdadera Cruz que se quedó a vivir en nuestra Parroquia.

Reflexión Viernes 3 de abril. Viernes de Dolores #Cuaresma #YoRezoEnCasa





Hoy no es un vienes normal. Hoy es el último viernes de la Cuaresma, el Viernes de Dolores, un día en el que tradicionalmente miramos a María al pie de la Cruz.

Hoy es Ella, modelo para cada momento de la vida, el espejo en el que nos miramos en estos días de dolor, hoy es la Virgen de los Dolores la que ha de ser, por fuerza, la protagonista de nuestra reflexión.

María, Madre de Dios y de la Iglesia, es hoy la que nos guía y sostiene en medio de los dolores. Es a María a la que, a diario, hemos encomendado nuestras vidas, Ella es la mano tendida que nos ofrece el pañuelo que nos trae consuelo Ella la que nos enseña que el Rosario, la meditación de los misterios de Cristo, es el medio para saber darle sentido al dolor ; Ella es la que hace suyos nuestros dolores y la que nos pide, como discípulos que nos sentimos amados por Dios, que la acojamos en nuestra casa, esa en la que no somos dignos de que entre el Señor, y, junto a Ella nos situemos al pie de la Cruz. Ella nos enseñará que el dolor del cristiano, desde la cruz, no es un dolor estéril, sino que, de alguna forma que no somos capaces de abarcar, se une a la Pasión de Cristo, a su Sacrificio redentor. Nos enseñará a mirar con ojos de discípulo al Hijo encarnado entregando su vida por nosotros, al Cordero de Dios que se inmola por nosotros. Hoy, como María, queremos hacer nuestro el dolor de nuestro prójimo y, junto al nuestro, clavarlos al leño.

Ella es la que hace suyos nuestros dolores y la que nos pide, como discípulos que nos sentimos amados por Dios

Perdiéndonos en su mirada lloraremos con María el dolor de los inocentes.

Imitando su mirada descubriremos que sus lágrimas son expresión del dolor cuando el mundo le da la espalda a Dios.

Siguiendo su mirada descubriremos que a la Cruz solo se llega con las manos vacías sin más tesoro que Dios, que las lágrimas más amargas brotan en nuestro pecho.

Doliéndonos en su mirada ofreceremos a Dios el dolor de nuestro presente; porque hoy nuestra sociedad también tiene su pecho atravesado por una espada de dolor.

Y en su mirada podremos vislumbrar ese halo de esperanza que nos dice que permanezcamos junto a Ella, que Ella traerá esperanza cuando todo es desconsuelo, alegría cuando todo es dolor, luz, cuando todo es oscuridad.

Y querremos cobijarnos bajo su manto, como el niño se acurruca en el regazo de su madre, y nos sabremos seguros junto a ella, pues cerca de la Madre desaparecen los miedos. Hoy más que nunca necesitamos sentirnos cerca de la Virgen de los Dolores.

2 de abril de 2020

Reflexión jueves 2 de abril #Cuaresma #YoRezoEnCasa




Cuando Dios cerró su Alianza con Abraham parecía un sueño, una locura. A un anciano sin tierra ni casa, Dios le promete una Tierra y una descendencia numerosa, para el pueblo de Israel, los signos de la bendición de Dios.

La lógica humana habría desistido de ese propósito o, si acaso lo habría interpretado de la forma más estricta y justa posible. Y cuando Sara, la esposa de Abraham, anciana centenaria, tiene a su hijo Isaac, la realización de un imposible hace vislumbrar que la promesa de Dios iba a cumplirse de alguna manera. No sabemos las expectativas de Abraham, pero con la razón humana parece que se va a quedar en la mínima expresión. Padre de una pequeña familia y un sitio donde plantar su tienda. Pero esa pequeña familia se convirtió en clan y el clan en pueblo; y Dios cumplió su palabra, pero el hombre no fue fiel al Señor; y Dios volvió a sellar su Alianza dándoles la Ley desde el monte Sinaí. Y Dios les dio una tierra, aquella que había prometido a sus ancestros.

"Para poder ver los frutos de la promesa de Dios tenemos que mirar como Él"

Muchos siglos después, vuelve el Señor renovar esta Alianza. Y esta vez la Alianza es universal. Ha sellado un pacto de salvación, y Dios no olvida su alianza. Y para la mentalidad humana vuelve a comenzar con un imposible y un aparente fracaso: el Hijo va a nacer de una mujer Virgen y el final de su vida será abandonado por la mayoría de sus discípulos y ejecutado en la Cruz.

Hoy somos millones los descendientes de Abraham, nuestro padre en la Fe; somos nosotros los herederos de aquella promesa.

 Nos contamos por millones los que formamos el Pueblo de la Nueva Alianza. Aquella que comenzó a escribirse en el vientre de una doncella y fue sellado en el monte Calvario. Y Dios sigue cumpliendo la palabra dada.

Porque para poder ver los frutos de la promesa de Dios tenemos que mirar como Él, Pues, aunque el hombre mira siempre con distancias cortas, Dios mira siempre en lontananza.

En esta situación que nos ha tocado vivir tenemos que aprender de nuestro pasado y saber que, aunque con nuestra forma de mirar la vida no nos percatemos queremos y debemos mirar con Dios al horizonte para descubrir que allí viene, ya se acerca, la luz de un nuevo amanecer, Pascua luminosa que disipa las tinieblas de la noche.

1 de abril de 2020

Reflexión miércoles 1 de abril #Cuaresma #YoRezoEnCasa




Después de todos estos días de confinamiento, es normal que el ánimo decaiga. Empezamos a sentirnos presos inocentes en nuestras propias casas. Es una sensación como de estar sometidos a esclavitud, privados de cosas que formaban parte de nuestra rutina y eran para nosotros poco menos que imprescindibles; lo que hace poco pensábamos que eran necesidades o incluso un derecho, ahora los vemos como privilegios superfluos. Hemos descubierto cuántas esclavitudes nos tienen sometidos, a cuántos amos nos hemos doblegado. Hemos aprendido a distinguir entre lo apetecible y lo necesario; hemos vuelto a apreciar el valor del esfuerzo, del sacrificio, hemos aprendido a valorar lo que los demás hacen por mí.

En estos días de intensa cuaresma Dios se ha hecho mucho más necesario, nos hemos dado cuenta de que no podemos vivir sin Él

Y hemos aprendido quien es realmente imprescindible en mi vida. A quien puedo acudir incondicionalmente. Hemos descubierto que, como a los tres jóvenes del libro de Daniel, Dios no nos salva desde fuera, sino que entra en medio de las llamas que nos angustian para, desde allí, desde la cercanía, desde el hacerse uno con el que sufre, ser su fuerza y su valor. En estos días de intensa cuaresma Dios se ha hecho mucho más necesario, nos hemos dado cuenta de que no podemos vivir sin Él; que la Fe no es un mero ideario ni una glosa de verdades, sino que es la antorcha que da luz a las oscuridades; que la Caridad no es el limosneo que se da con cuenta gotas, sino que el Amor de Dios se encarna en el corazón del hombre y lo lleva a dar su vida por sus semejantes; que la Esperanza no es una utopía filosófica, sino que es una certeza que brota de la Fe y se alimenta de la confianza en Dios, y nos ayuda a vislumbrar ese amanecer que nos espera en la Pascua, ese día sin ocaso que es vivir junto al Señor.


Que incluso encerrados, en el temor y el riesgo, renunciando a tanto, si estamos junto al Señor, si lo vivimos desde Dios, somos más libres que nunca. Porque Dios nos ha ayudado en estos días a descubrir que nuestras verdaderas cadenas estaban dentro de nosotros, que el pecado es el que nos había tenido maniatados, y experimentaremos estas vicisitudes como una oportunidad, desde nuestra libre opción por el bien común, de unir nuestros sacrificios al Sacrificio de Cristo en la Cruz y poner nuestra agota de agua en el Cáliz de la alianza que Dios ha sellado con el hombre por la sangre de Cristo derramada.