En estos días de
reclusión terminamos tantas veces temiendo escuchar las noticias. Se enciende
el televisor y anuncian muerte, muerte en las portadas de los periódicos,
muerte encabezando los noticiarios.
Y entre nosotros, mismos,
tal vez contagiados de pesimismo, nuestras llamadas vienen marcadas por el
miedo a la muerte física, la propia o la de un ser querido, la muerte que trae
esta necesaria pérdida de nuestra libertad, la muerte que conlleva las previsibles
consecuencias económicas que probablemente vengan.
En medio de este
discurso, hoy Dios viene a hablarnos de Vida. De la vida actual que el Señor
hace eterna por el misterio Pascual convirtiéndola en Vida. Hoy es Dios mismo
quien nos pregona la Paz de Cristo, la paz interior que es imprescindible para
la paz exterior, la Paz que trae a nuestros corazones sus palabras de Esperanza.
La paz que necesita el
que ha perdido un ser querido sin poder cogerle la mano, sin ese necesario
último adiós que sana las heridas; y hoy Dios le dice como a Marta: resucitará,
porque yo soy la Resurrección y la Vida. El es quien les hará justicia y
les devolverá la vida que la enfermedad les arrebató; Él abrirá los sepulcros,
infundirá su Espíritu y volverá la vida.
La paz que necesitamos
los confinados en este ecuador del período decretado por el Gobierno; y hoy
Dios nos dice de saber que los que en
estos días
Porque con Dios, la
muerte dejó de tener la última palabra.
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