7 de abril de 2020

Reflexión Martes Santo #Semana Santa #YoREzoEnCasa





Hoy el Evangelio nos relata un fragmento de la última Cena, aquel en el que Jesús anuncia la traición de Judas y las negaciones de S. Pedro.

Pero permitidme que centre esta reflexión en la figura de Pedro, el primero de entre los Apóstoles, el llamado a ejercer vicariamente el papel de piedra sobra la que estamos edificados.

Pedro, el que, envalentonado, reprendía a Cristo que les acusara de no ser capaces de seguirlo. El que, rodeado del resto de la Iglesia, al abrigo de los apóstoles, dijo: daré mi vida por ti. Y llegada la hora, como Cristo le vaticina en las lecturas de hoy, Tres veces lo negó sin que siquiera cantase el gallo.
Y, como Pedro, también nosotros, cuando nos sentimos arropados por los demás, o en el contexto de cualquier reunión de iglesia, en funciones principales, rodeados de los nuestros, en manifestaciones multitudinarias, envalentonados, le juramos fidelidad eterna.

Y tantas veces, como Pedro, decimos frases del estilo: doy la vida por mi Cristo, o, con mi Virgen muero.



Y cuando llega la hora de la dificultad, en el día a día, como Pedro, negamos haber estado con Él, negamos, al mundo o a nosotros, que muchas veces he estado junto a Él, en la oración, celebrando la Eucaristía, y junto a Él nos hemos sentido plenos; ¡tantas veces le hemos dado la espalda a su Cuerpo, presente real y substancialmente en la Eucaristía!

Tantas veces hemos negado ser parte de los suyos, parte del grupo de los que le siguen, tantas veces hemos dado la callada por respuesta cuando se ha insultado a la Iglesia, nuestra Madre, de la que María es modelo, o nos hemos sumado a la crítica, o incluso la hemos iniciado nosotros; ¡tantas veces le hemos vuelto la cara al Cuerpo místico de Cristo!

Tantas veces hemos negado lo que somos, nos hemos diluido en medio de la sociedad, hemos dejado de ser fermento, sal, luz. Nos hemos adocenado olvidando que, por encima de todo, somos cristianos, tenemos una propuesta de vida para el mundo, que los últimos son los primeros en el Corazón de Cristo, que no estamos para ser servidos, sino para servir y que el lema que ilumina nuestro caminar es el Amor a Dios por encima de todo y reflejar ese amor amando al prójimo como a mi mismo. ¡tantas veces, como la mano de Pedro, ponemos un muro entre nosotros y Cristo, presente en nuestros hermanos más débiles!

Por eso hoy, esas tres negaciones de las que Cristo habla no son las de Pedro, que son las nuestras.



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