10 de abril de 2020

Homilía del Viernes Santo. Valencina de la Concepción #YoRezoEnCasa

Viernes Santo. El día del gran luto. Dios ha muerto.
La soberbia humana, esa que lo hacía creerse inmune a cualquier pandemia, esa que la hacía distinguir entre enfermedades de ricos y de pobres, esa que creía que el ser humano no necesitaba de ninguna trascendencia porque el poder no podía estar en manos de otro Dios que no fuera el mismo hombre. Esa soberbia que le llevó al hombre a construir un mundo de espaldas a Dios, que sigue queriendo expulsarlo de todo ámbito público, que consiente las burlas y mofas hacia lo sagrado que están vetadas hacia cualquier otro colectivo, esa sociedad de lo políticamente correcto y que olvida esa corrección cuando se trata de la Iglesia. Esa soberbia hoy sigue queriendo exterminar a Dios sembrando la sospecha y la duda. Y en medio de tanta muerte y tanto dolor nos miran y, desafiantes nos dicen: donde está tu Dios, por qué no viene a salvarte. Son los herederos del Sanedrín y la Cohorte mercenaria. 
Y nosotros sabremos decirle que no estaba en las alturas, que Dios estaba compartiendo la pasión de los hombres, haciendo suyo el dolor del enfermo, sufriendo la angustia de su familia, penando la desesperación de los sanitarios, agonizando con los moribundos; que está de nuevo entregándose, inmolándose, dando de nuevo su vida para salvar al hombre. Que está otra vez muriendo por la humanidad, por los que intentamos ser sus discípulos, dignos de su Amor y también por los Sanedritas y Mercenarios que siguen queriendo matar a Dios.

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