16 de abril de 2020

Reflexión del jueves 16 de abril #Pascua #YoRezoEnCasa


¿Por qué surgen dudas en vuestro interior?
Tras la experiencia de la Pasión los Apóstoles necesitan un signo, una esperanza a la que agarrarse tras el aparente fracaso del Maestro. Pensaban que Jesús era el Mesías que les iba a librar del poder romano para imponer su poder en un resurgimiento del reinado, y lo vieron sucumbir frente a ese poder usurpador; pensaban que vendría a purificar el culto en el Templo, y los profanadores del templo consiguieron matar a Jesús; apenas unos días antes les habría prometido que estaría con ellos hasta el fin, y en unas horas supieron que estaba muerto y enterrado.
Ni siquiera el saber que el sepulcro estaba vacío, ni siquiera la experiencia de las mujeres que habían visto al Resucitado ni la de los discípulos que se lo encontraron en el camino de Emaús eran suficientes. Tenían que tener su propia experiencia de encuentro con el Señor, Vivo y Glorioso, para poder convencerse, para poder creer que Jesús, aquel con el que habían convivido era el Mesías, el Ungido, el Cristo, que los iba a librar de los mayores enemigos de la humanidad, el pecado y la muerte, que trae con Él un Reino que no se impone, sino que seduce y convence; necesitaban un encuentro en primera persona para descubrir que el nuevo Templo era el mismo Jesús, que con Él todo se hace nuevo, que, partir de ahora el Culto iba a ser por Cristo, con Cristo y en Cristo. Necesitaron descubrir al Señor en el primer día de la semana para comprender que esa promesa de permanencia no era una promesa vacía, no solo una sensación de estar cerca de Él, sino que en la fracción del pan iba a hacerse real, verdaderamente presente en cada comunidad cristiana para siempre.
Hoy nosotros necesitamos esa experiencia de encuentro personal con Jesús, el Verbo Encarnado en el vientre de una mujer, el que se entregó por nosotros en la Cruz para saldar la deuda del hombre, el Resucitado que rompe las cadenas, el Pan Vivo bajado del Cielo. Necesitamos experiencias fuertes de Dios para poder ser apóstoles en nuestro mundo, para que la Luz de Pascua alumbre cada rincón de nuestra sociedad abatida, para ser y anunciar la Buena noticia que el mundo anhela.

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