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24 de marzo de 2020

Reflexión Lunes 24 de marzo #Cuaresma #YoRezoEnCasa




En la primera lectura, el profeta Ezequiel nos habla de una fuente que mana del Templo, del Trono de Dios, que nace hacia el levante, donde se sitúa el desierto, y el lugar del amanecer, y que se va convirtiendo en un torrente y el torrente en río, a cuyos márgenes crece la vida. Esta profecía se hará realidad cuando tras la muerte de Cristo en la Cruz, el trono de nuestro Rey, de su costado atravesado por la lanza brotó agua junto con la sangre, brotó la Iglesia, brotaron os sacramentos, brotó la vida cristiana. Y esa agua incipiente se fue convirtiendo en ese torrente que arrasa el pecado y la muerte, es río que da vida en el sequedal, que hace que a su lado crezcan árboles llenos de vida que, a su vez den frutos que trasmiten la vida recibida a su entorno.

En el Evangelio, Jesús junto a la piscina de Betesda (unas aguas a la que la creencia popular atribuía el poder de curar en determinados momentos) encuentra a un paralítico, a quien nadie ayuda a llegar a las aguas. Jesús le cuestiona y exhorta: “¿Quieres quedar sano?” “Levántate, toma tu camilla y echa a andar”. Y, tras sanarlo, le pide: “Mira, has quedado sano, no peques más, no sea que te ocurra algo peor”.

"No olvides los errores cometidos, no niegues tu responsabilidad y afronta el amanecer con valentía."

Después de estos primeros días de confinamiento y miedo comienza a tambalearse y secarse la esperanza, comienzan los agravios comparativos y los reproches, nos da la sensación, no sin cierta verdad, que nos hemos quedado desarmados, incapaces, paralíticos. La Iglesia en estos días difíciles, no vocea sus logros, no cae en el autobombo, la Iglesia manifiesta al mundo el amor recibido de Dios con sus hospitales, residencias, comedores, cáritas, atención espiritual, iniciativas de promoción, locales puestos a disposición pública, y tantas y tantas obras que hoy son indispensables. Pero, sobre todo con la actitud de tantos y tantos cristianos que, a través de nuestras instituciones, pero también y sobre todo, a título personal, ponen lo mejor de lo que son y lo que tienen al servicio de nuestra sociedad, aunque les conlleve ingratitud, incomprensión, aunque pueda suponer poner en riesgo la propia salud y la de los suyos.

También debe llegar al mundo las palabras de Jesús al paralítico: ¿quieres realmente sanarte?, pero no sólo del coronavirus del que nuestros profesionales sanitarios y nuestros investigadores, con la ayuda de Dios, sin duda lograrán hacerlo; ¿quieres curarte de los males que ahora estás descubriendo que tenías, quieres sanar las debilidades que, como sociedad, ahora estamos notando?; pues levántate, no esperes a que nadie lo haga por ti, toma tú la iniciativa, toma tu camilla tu historia, recuerda de donde partes, no olvides los errores cometidos, no niegues tu responsabilidad y afronta el amanecer con valentía. Y seguro que el Señor nos sanará, nos devolverá en vergel lo que ahora es desierto. Pero en adelante, no peques más, aprende de esta experiencia y cambia, mundo, porque la próxima quizás será peor.

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